Murmuraba su nombre, lo decía, lo gritaba.
Miraba sus manos, esas que lo tocaron.
Observaba sus pies, que arrastraba, los mismos que caminaron junto a él.
Ella era "la loca de amor" y tenía permiso para serlo. De todas maneras , allí estaban todas locas.
En sus insomnios y duermevelas lo veía, lo palpaba, sentía su perfume, del cual se había apropiado.
La loca cantaba y bailaba. La loca creía que se podía morir de amor pero también vivir por él.
Optó por lo segundo.
Hoy sigue siendo "la loca de amor", pero ya no tiene permiso para serlo en este mundo de "cuerdos".